Aunque no tenían grandes expectativas, sí estaban las esperanzas, y finalmente la venta de pizarras de madera terminó convirtiéndose en el nuevo trabajo de cada uno de ellos.
“Como los chicos estaban en la casa la pegamos”, recuerda Camila, una de las iniciadoras de este emprendimiento que comenzó en pandemia. Y Alejandro, otro de los emprendedores, cuenta que “mandamos a hacerlas con la ayuda de un tío que trabaja en un taller de maderas”.
Durante algún tiempo, los jóvenes trabajaron en casas particulares de familiares, pero con el aumento de las ventas pudieron dar el gran paso y alquilaron un galpón, donde fabrican las pizarras y además venden otros artículos de librería.
“No lo podíamos creer, es de esas cosas que lo ves en las películas”, señalan. Y concluyen con un comentario alentador para muchos: “La unión de muchos IFES, de personas y de voluntades, puede crear algo más conjunto”.
Fuente: Minuto Uno